El Canal del Duero


Arranca en Quintanilla de Onésimo y rodeando Valladolid, va a morir en Santovenia. Entre su nacimiento y Tudela de Duero es como un “pasillo verde” perfecto complemento de otros como el Canal de Castilla. Tiene, como este, una historia centenaria, una larga gestación y mucho esfuerzo para sacarlo adelante, además de un sonado fracaso tras su finalización. Tiene la serenidad que transmite el discurrir de las aguas lentas, además de la frescura que le aporta una tupida floresta de ribera cobijo, a su vez, de una variada vida silvestre, aves sobre todo, que ameniza con jolgorio pajarero cualquier paseo por su camino de servicio. Tiene puentes, viñedos de renombre internacional, un monasterio del siglo XII, un largo tramo con vistas sobre el Duero, una aceña del XVI, aliviaderos, pasarelas de madera en algunos puntos, y un puente-acueducto. 


Su historia se remonta nada menos que al siglo XV. Valladolid va creciendo, poco a poco, como una ciudad desordenada e insalubre que se extiende entre los cauces del Pisuerga y el Esgueva. Anegada a cada paso por las crecidas repentinas de un Esgueva maloliente carece, sin embargo de suficientes fuentes de agua potable. Es entonces cuando se acometen los primeros intentos de estudiar con detenimiento de dónde y con qué medios podía traerse hasta la ciudad el agua para beber. 


Así las cosas, nace en el siglo XVI la idea de hacerle al Duero un canal con el que sangrarle y traerse el preciado líquido hasta la mismísima capital. Pero el proyecto fue dándose de bruces con la ineptitud de sucesivos gestores que nunca encontraban el modo y el momento adecuado. Tampoco los caudales monetarios esta vez con el que sacarlo adelante.

En abril de 1864, García Alejo cedió todos los derechos de la concesión de los estudios y el proyecto de Canal de Valladolid a la Sociedad de Crédito "Unión Castellana", que se había constituido en enero de ese mismo año. Por Real Orden de 1 de mayo de 1864, se concedió a esta Sociedad construir un canal que derivase del Duero, tomando las aguas cerca del actual despoblado de Peñalba, y, con un recorrido de 22,49 km., terminase en una explanada cercana a Valladolid, para surtir de agua a la ciudad, tras lo cual se dividiría en dos acequias que desaguarían en el Pisuerga. Frente al canal actual el proyectado era más corto, al tomar las aguas del Duero en Peñalba y no en Quintanilla de Onésimo, aguas arriba del río, como se ejecutó. El proyecto a construir estaba firmado por Joaquín Montero, el cual parece que se basó en el de García Alejo. 


En 1874 y 1875, dado que el problema de abastecimiento de aguas a Valladolid iba en aumento, el consistorio negoció con la Unión Castellana una serie de condiciones económicas para que esta construyera en la ciudad una red de abastecimiento de agua a través de cañerías surtidas por el canal proyectado, de forma que fuera rentable para la Unión Castellana. Sin embargo, por Real Orden de 21 de enero de 1875, la concesión de 1864 fue declarada caducada. La Unión Castellana maniobró, de forma que en el verano de 1876 ya tenía de nuevo una concesión. Los términos de esta especificaban que el canal, además de para abastecer de agua a Valladolid, serviría para fertilizar una superficie de 8.000 hectáreas de cultivos en sus inmediaciones, para lo cual se concedía un caudal de 4.200 litros/segundo, 4.000 para el riego y los 200 restantes para abastecimiento de la ciudad. Se obligaba al concesionario a que el canal no interrumpiera el paso de caminos y demás, construyendo para ello pontones u obras similares.

Sin embargo, tampoco el canal se inició entonces, pues se seguía negociando con el Ayuntamiento de Valladolid las condiciones económicas de abastecimiento de aguas a la ciudad. En 1879, la Unión Castellana entró en conversaciones para realizar las obras con José de Salamanca, más conocido como el Marqués de Salamanca, importante figura de las finanzas españolas del siglo XIX. El Marqués vio en el canal un negocio capaz de cambiar el rumbo a su maltrecha economía. El Marqués, clave para la realización del canal, formó una Sociedad Canal del Duero, que obtuvo a su vez la concesión que había sido dada a la Unión Castellana en 1876.




Con ello, el Ayuntamiento de Valladolid siguió negociando las condiciones de la red de abastecimiento de aguas a la ciudad, llegando por fin a unas que parecieron útiles. Sin embargo, se alertó de problemas técnicos en el proyecto del canal. Por ello, se elaboró un nuevo proyecto, que modificaba el anterior, por parte del ingeniero Mariano Cárcer Salamanca (sobrino del Marqués), firmado el 2 de octubre de 1879. La modificación mayor consistía en alargar el canal unos 12 kilómetros, de forma que se cogieran las aguas del Duero en Quintanilla de Onésimo y no en Peñalba. De esa forma, se ganaría altura en el canal, de forma que sería más sencillo extraer agua del mismo. Se decidió reutilizar para la toma de aguas una presa antigua bien conservada en Quintanilla, para lo cual fue necesario además realizar una galería de unos 500 metros de longitud bajo la población para que el canal transcurriera por ella y se evitara demoler parte del caserío. Todo esto generaba un importante aumento del presupuesto, que se subsanó en parte recortando ciertas partidas. Por Real Orden de 22 de enero de 1880 se aprobó este nuevo proyecto. Las obras comenzaron cerca del Monasterio de Retuerta el 19 de noviembre de 1880, dándose por terminadas en una primera fase, el 17 de noviembre de 1886 con un trazado de 52 kilómetros. Más adelante, en los primeros años del siglo XX, cuando se apostó por la necesidad de extender los regadíos, el canal se vio completado por una red secundaria de acequias.

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