Cardona, pueblo medieval


Cardona es una de las poblaciones catalanas con una historia más rica del país. Ha tenido, un protagonismo de primera línea, con un legado monumental y patrimonial, singularmente valioso y atractivo.

El primer documento en que figura data del 23 de abril del año 986, cuando el Conde Borrell II otorgó la II Carta Puebla, que se conserva en el archivo histórico de la villa. Aunque los restos ibéricos que se han encontrado, nos dicen muy a las claras que existía mucho antes, y siempre vinculada a la riqueza de la Vall Salina que, dio poder e influencia a sus señores, el linaje de los Cardona: primero vizcondes, después condes y finalmente duques, con jurisdicción sobre un territorio equivalente al 6% de Cataluña.


La Villa nace como arrabal del castillo en el tramo final del siglo X. El Castillo constituye una preciada situación estratégica hacia la frontera con Al-Andalus, a la vez que es cruce de caminos entre los Condados de Urgell, Cerdanya-Berga y Osona-Barcelona. Esta condición geoestratégica, más el factor de ser residencia de una corte vescomtal y el factor económico derivado de la extracción y comercialización de la sal hacia Europa, convertirán la villa de Cardona y su castillo en un centro político y comercial de primer orden. 

La explotación de la sal y el establecimiento de la sede vescomtal de Osona en el castillo, hicieron que Cardona ejerciera la capitalidad territorial sobre el señorío del área del Cardener entre los siglos XII y XIV a costa del reino, un vasto territorio que iba desde el Valle de Lord hasta la Segarra, en un radio de unos 40 kilómetros al alrededor de la villa de Cardona. La llamada, primero, como baronía de Cardona pasó a ser después vizcondado, en 1319; condado en 1375 y por fin ducado en 1491.

Cardona se convirtió así, en cabeza y bandera del señorío más importante del Principado, fuera de los condados primigenios de época carolingia. La clave de esta administración era la corte o curia ducal, alrededor de la cual giraban los diversos oficiales al servicio de los señores, como el tesorero, el juez y los alcaldes, encabezados todos ellos por el procurador o gobernador general. El gobierno delegado del condado-ducado de Cardona se llevaba a cabo mediante las tres alcaldías o demarcaciones judiciales y fiscales que dividían su territorio, encabezadas respectivamente por las villas de Cardona, Solsona y Sant Llorenç de Morunys.

A partir de mediados del siglo XV, las ausencias cada vez más prolongadas de los señores hicieron que Cardona perdiera proyección política en el conjunto del Principado en favor de las sedes de veguería real como las ciudades y villas vecinas de Manresa, Cervera y Berga. En los siglos siguientes, Cardona estaba abocada a ver reducida su capitalidad a su alcaldía homónima en el marco de las transformaciones económicas, sociales y políticas ocurridas en Cataluña.

La alcaldía o demarcación de Cardona integraba, el territorio de la actual cuenca media del Cardener bajo la influencia de su mercado local, coincidiendo con el punto de intersección de las actuales comarcas del Bages, Berguedà y Solsonès. Su extensión era de 608 km², con una población que, a finales del siglo XV, era superior a los 2.000 habitantes, de los cuales un 45% correspondía a la villa de Cardona por un 55% de los términos circunscritos a su administración.

La influencia de Cardona sobre la Cataluña central se afianzó también a partir de la década de 1652 con la ocupación de su castillo como cuartel militar de los tercios castellanos, con la rehabilitación y mejora de sus defensas como fortaleza abaluartada a partir de 1692, como elemento de control territorial y para velar del orden interior del país.



Cardona con su castillo y villa estaba llamada a ser protagonista de los principales hechos políticos y militares del Principado con el cambio de siglo, los cuales vieron tomar parte a Cataluña en el conflicto sucesorio por la corona española en contra de Felipe V. La adhesión hecha por Cardona a la causa del archiduque Carlos de Austria, toma su máxima expresión con el asedio sufrido en otoño de 1711, concluido la víspera de Navidad con un rotundo fracaso del ejército de las dos coronas frente a las fuerzas del mariscal austriaco Starhemberg. En los tres años siguientes, Cardona debía permanecer fiel a la causa catalana bajo el mando de su gobernador militar Manuel Desvalls hasta la rendición de Barcelona, el 11 de septiembre de 1714. Entre las capitulaciones impuestas por los vencedores, se establecía la entrega del castillo de Cardona como condición para no pasar la ciudad y sus habitantes por las armas. Una semana después, la fortaleza abría sus puertas y la plaza de armas era entregada a las fuerzas de Felipe V. Cardona había convertido así el último baluarte de las libertades catalanas.

En los dos siglos siguientes, la economía de Cardona gira en torno a las actividades derivadas de la explotación de la sal, la agricultura de las masías de su término fundamentada en el cultivo de la vid y la viticultura, y las manufacturas textiles de los pequeños obradores locales, combinadas con la comandancia militar del castillo y su cuartel y la curia ducal desde donde se administraba la alcaldía y ducado de Cardona, con la multitud de oficiales y familias que quedaban a su servicio.


Este orden socioeconómico desaparecería en el transcurso del siglo XIX, con la abolición de la jurisdicción señorial y sus derechos a raíz de las Cortes de Cádiz de 1812, como primer hito de un largo proceso que debía concluir en la década de 1890 con la retirada de tropas y baterías del castillo, y la posterior supresión de su comandancia militar, en 1903.

Mientras tanto, el protagonismo había sido tomado por la sociedad civil y los hacendados locales y foráneos, impulsores de los procesos económicos que entre 1820 y 1880 tenían que conducir a Cardona hasta la mecanización de las manufacturas textiles y sus antiguos obradores. De este modo, Cardona experimentó una primera industrialización fundamentada en el textil y las grandes fábricas de hilaturas cerca del río. Favorecidos por la mano de obra recién llegada a raíz de la crisis agraria de la filoxera y el descalabro de los agricultores rabasaires de la viña, estos nuevos espacios industriales llevarían a duplicar, a las puertas del siglo XX, su población hasta alcanzar la cifra de los 4.000 habitantes.


El descubrimiento de las sales potásicas hecha en 1912 daría lugar, en las siete décadas siguientes (1929/91), en la segunda industrialización de Cardona, en el marco de unos procesos socioeconómicos fundamentados en la actividad minera, que le haría duplicar de nuevo su población hasta superar los 8.000 habitantes en la década de 1960-70, al tiempo que sufrió importantes transformaciones en su paisaje y urbanismo.


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