Niceto Alcalá-Zamora y Torres. 136º Presiente en 1931 y 1º Presidente Segunda República Española

Primer Presidente de la Segunda República Española durante el periodo Constituyente, desde el 14 de abril al 14 de octubre de 1931.

Primer Presidente de la Segunda República Española (1931-1977), desde el 11 de diciembre de 1931 al 7 de abril de 1936.



El primer presidente de la Segunda República, había nacido un 6 de julio de 1877 en Priego, provenía de una familia que, sin ser de la aristocracia ni gozar de excesivas riquezas, sí que tuvo una posición lo suficientemente desahogada como para que sus miembros no pasasen estrecheces.

    Poseedor de una memoria prodigiosa, la carencia de recursos económicos le impidió cursar estudios de matemáticas o botánica, y estudió por libre la carrera de Derecho. Trasladado a Madrid para completar sus estudios, con tan solo veinte años, se doctoró en leyes, y con veintidós accedió por oposición al cuerpo de Letrados del Consejo de Estado, siendo el número uno de su promoción.

    Posteriormente decidió abrir su propio bufete, adentrándose en la política ingresando en el Partido Liberal, desde donde llegó a ser ministro de Fomento entre 1917 y 1918, y de Guerra en 1922 y 1923 en sendos gobiernos de García Prieto. Tras el advenimiento de la Dictadura ejerció una leve oposición, teniendo mucho cuidado en mantenerse siempre al límite para evitar ser encausado, y tras la caída de Primo de Rivera se pasa al campo republicano.

    Sus críticas a Alfonso XIII por haber contemporizado con la dictadura, fueron antológicas, si bien se hacían a través de una oratoria algo pasada de moda más propia del liberalismo decimonónico que del primer tercio del siglo XX. El cordobés abogaba por una república bien centrada, donde pudieran servir “gentes que han estado y están mucho más a la derecha mía”, con un Senado y donde la Iglesia pudiese tener cabida. Su posición era clara: “Una república viable, gubernamental, conservadora, con el desplazamiento consiguiente hacia ella de las fuerzas gubernamentales de la mesocracia y la intelectualidad españolas, la sirvo, la gobierno, la propago y la defiendo. Una república convulsiva, epiléptica, llena de entusiasmo, de idealidad más falta de razón, no asumo la responsabilidad de un Kerenski para implantarla en mi patria.” Por desgracia para don Niceto, fue esto último lo que sucedió.

    Su oposición a la dictadura de Miguel Primo de Rivera le llevó a declararse partidario de la República en 1930, a participar en el Pacto de San Sebastián para derrocar a la monarquía y a presidir el gobierno provisional que se hizo cargo del poder tras la renuncia de Alfonso XIII, el 14 de abril de 1931. Niceto Alcalá-Zamora se mantuvo más o menos dentro de sus funciones durante el primer bienio. Pero tras resquebrajarse la coalición republicano-socialista en 1933 y, sobre todo, tras la victoria de la coalición de centro-derecha en los comicios de ese mismo año, Alcalá-Zamora comenzó a hacer gala de un comportamiento que desbordaba claramente sus prerrogativas hasta incurrir abiertamente en actuaciones que contravenían el texto constitucional, hasta el punto de que llegó a convertirse en lo que tanto criticó en sus mítines en 1930: en un rey sin corona, y de hecho sus enemigos políticos lo zaherían denominándolo “don Alfonso en alpargatas”.

    Con todo, lo más grave es que su odio a José María Gil Robles (a quien José Ortega y Gasset denominó “joven atleta victorioso”) no tenía raíces exclusivamente políticas, sino únicamente personales. Y es que Niceto Alcalá-Zamora era una persona cultivadísima, austera hasta la médula (se negó a tener residencia y coche oficial durante su mandato, de tal forma que residió siempre en su propio domicilio) pero tenía por el contrario un defecto: una enorme vanidad y una inagotable capacidad de rencor. Una de sus célebres frases fue la que le dirigió a su amigo Miguel Maura, a quien con el acento andaluz tan característico del presidente le espetó: “Migué, yo no soy rencoroso, pero quien me la hase me la paga”.


    El hecho de que José María Gil Robles hubiese logrado articular en torno suyo a la derecha católica y hubiese logrado una victoria en las urnas es algo que Alcalá-Zamora no le perdonó jamás, entre otras cosas porque entendía que era a él a quien correspondía esa posición. Por ello se negó a conceder a la Confederación Española de Derechas Autónomas (la fuerza más votada en los comicios de 1933 y que alcanzaba, con el Partido Radical de Lerroux, mayoría absoluta) la posibilidad de acceder al Gobierno.

    Desde la Presidencia de la República don Niceto Alcalá-Zamora desde el mes de noviembre de 1935 decidió apostar por gobiernos débiles sin apoyo parlamentario y que, por tanto, dependieran única y exclusivamente de la voluntad del Presidente de la República, quien podría manejar así a su antojo la situación. Es entonces cuando, en una maniobra típicamente caciquil más propia de mediados del siglo XIX, decide convocar elecciones en febrero del año 1936 y fomentar desde la Presidencia una formación centrista que sirviera de contrapeso entre una derecha y una izquierda cada vez más radicalizadas. El tiro le salió por la culata. Las nuevas Cortes, en una maniobra ciertamente extraña y de dudosa constitucionalidad declararon que la disolución efectuada en el mes de enero de 1936 era la segunda efectuada por el Presidente. Ello supuso la destitución automática del Presidente.

    Tras una auténtica odisea que se prolongó durante más de un año, logra llegar a Buenos Aires, donde rechazó totalmente hacer uso de fondos gestionados por los socialistas, con los que pretendían aliviar la situación de los exiliados. Niceto Alcalá-Zamora rechazó, al igual que todos los líderes republicanos en el exilio, una oferta británica de apoyo armado para desalojar a Franco del poder en 1945, coincidiendo con los estertores finales de la Segunda Guerra Mundial, pues todos coincidían en que a Franco deberían desalojarle los españoles, por cierto, que la misma oferta fue hecha a don Juan de Borbón, quien, al contrario que los republicanos, llevó a valorarla, aunque al final la rechazara de igual forma, aunque no al inicio y de forma tajante como hicieran los republicanos en el exilio.

    Niceto Alcalá-Zamora se estableció en Buenos Aires, donde vivió de las ganancias que obtenía por los artículos que publicaba en prensa, por sus libros, y por sus conferencias. De igual forma, y amparándose en su prodigiosa capacidad, reescribió el segundo volumen de sus Memorias, que en España no se publicarían hasta el año 1977. Los papeles y documentos que las milicias del Frente Popular robaran de las cajas de seguridad que tenía en el Crédit Lyonnais y que se daban por perdidos reaparecieron en el año 2008 gracias a una operación de la Guardia Civil. Una parte de esos dietarios elaborados por Alcalá-Zamora fueron publicados por la editorial La Esfera de los libros. Curiosamente, el primogénito de Alcalá-Zamora, catedrático de Derecho al igual que su padre, contrajo matrimonio con la hija del general Gonzalo Queipo de Llano y el hijo de ambos, José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, es hoy uno de los mayores expertos en nuestros siglos de oro.


    En el balance de su actuación política hay que destacar la voluntad de integración que demostró, aceptando lealmente el juego democrático desde posiciones conservadoras; su aspiración de promover una gran opción política de centro que facilitara el consenso estaba condenada al fracaso en una época de tensiones sociales y políticas tan graves como las que acabaron conduciendo -tres meses después de su destitución- a la Guerra Civil.



Comentarios

Entradas populares