Marina de Guerra de los siglos XVIII y XIX: Guerra Sucesión


Acciones en la Guerra de Sucesión

Debido al corto número de buques y a su estado, nuestras fuerzas navales apenas participaron en grandes batallas navales. Siendo las armadas inglesa, holandesa y francesa las que adquirieron el protagonismo del conflicto.

La flota anglo-holandesa de Rooke, tras su fracaso en Cádiz en 1702, zarpó hacia Vigo para hacerse con la flota de Nueva España. Allí el éxito les acompaño, cosa nada rara puesto que las defensas terrestres eran improvisadas y las fuerzas navales, se reducían a dos fragatas, la Jesús Maria y José y la Santísima Trinidad, ambas de la Armada de la Avería de 40 y 30 cañones, el resto de los buques eran 17 mercantes armados, que no podían luchar en una acción de escuadra, por estar mal armados. El factor decisivo para la seguridad de la flota era la escolta francesa de Chateau-Renaud, con 12 naves de entre 76 y 56 cañones, cinco fragatas de 46 a 24, tres embarcaciones menores y un brulote.

Ante la superioridad enemiga, no hubo mas remedio que incendiar o echar a pique los barcos para evitar su apresamiento, poniendo a buen recaudo el tesoro, que había sido desembarcado con anterioridad.

En el verano de 1703, una expedición que zarpó de Santiago de Cuba, al mando de don Blas Moreno de Mondragón, con solo 12 fragatas y 150 hombres, como total de sus dotaciones, tomó la capital de Las Bahamas inglesas, Providence, causando 100 muertos, otros tantos prisioneros, y obteniendo un botín de 22 cañones y 13 buques apresados.

A finales de ese mismo año se preparó en Inglaterra, una expedición contra las costas españolas, con lo mejor de las escuadras inglesa y holandesa, al mando de Rooke y con 14.000 soldados de desembarco, en ella iba embarcado el pretendiente al trono español, el archiduque Carlos. La expedición recaló en Lisboa en marzo de 1704, de allí salieron hacia las costas españolas, escapándoseles la Flota de Indias, al mando del almirante Garrote, que entró en Cádiz sin novedad.

El almirante inglés Dilkes, con una escuadra de 20 buques, atacaron a dos navíos españoles de 60 cañones, una fragata de 24 y un transporte, el 24 de marzo, los cuales les hicieron frente durante siete horas, para acabar rindiéndose ante la superioridad enemiga.

Tras ese éxito, la expedición se dividió, una parte con el almirante Byng fue a bloquear Cádiz, mientras que Rooke se dirigía a Barcelona, todavía fiel a Felipe V, fracasando en sus intentos de desembarco, volviendo a Portugal el 2 de junio.

El archiduque Carlos propuso atacar Gibraltar. La escuadra de Rooke zarpó de Tetuán el 1 de agosto con 45 navíos de línea, 6 fragatas, 2 bombardas, 7 brulotes, 2 barcos hospital y un yate. En Gibraltar solo había 56 soldados veteranos y 150 de milicias. Era el gobernador don Diego de Salinas, que se negó a aceptar los derechos del archiduque Carlos. Los aliados desembarcaron en la desembocadura del río Guadarrán, aislando así por tierra la plaza, comenzando a bombardear desde el mar, aunque a larga distancia. El día 4 comenzó el bombardeo decisivo, que duró siete horas arrojando 15.000 balas de cañón, que arruinaron las defensas y desmontaron las pocas piezas que las artillaban. El asalto no se hizo esperar y, ante la heroica defensa, les ofrecieron una honrosa capitulación, saliendo los supervivientes con todos los honores. Así pudo enarbolar el archiduque Carlos su pabellón en la primera ciudad que conquistaba. La población española abandonó Gibraltar y se trasladó al continente, fundando San Roque.



Urgía reconquistar la plaza antes de que se asentaran. Nada podía hacer la Armada Española, al carecer de medios, por lo que se recurrió a la Marina Francesa. Una escuadra francesa zarpó de Tolón, al mando de Toulouse, hijo de Luis XIV, con 51 navíos, 6 fragatas, 6 brulotes y 12 galeras, más otras 12 galeras españolas que se les unieron en Málaga, eran 24.277 hombres con 3.577 cañones, avistando al enemigo el 24 de agosto.

La flota anglo-holandesa contaba con 53 navíos, aunque carecía de galeras, reuniendo 22.543 hombres, con 3.614 cañones, al mando de Rooke, que situado a barlovento se lanzó al ataque. El combate en dos líneas paralelas, duró desde las 10 de la mañana, hasta la caída del sol. Las pérdidas fueron enormes, unos 3.000 hombres por bando. Aquí perdió su pierna izquierda el joven guardiamarina don Blas de Lezo.

Al día siguiente ambas escuadras se avistaron, no llegando a combatir, debido, posiblemente, al cansancio acumulado el día anterior. Ocasión de oro perdida por los franceses, pues los aliados, tras la conquista de Gibraltar, andaban muy escasos de munición. La escuadra del conde de Toulouse, partió hacia Alicante y de allí a Francia, y la de Rooke a Gibraltar, donde dejó cañones, municiones y hombres, para asegurar la plaza, partiendo seguidamente hacia Inglaterra, donde se le quitó el mando.

Felipe V envió 9.000 españoles y 3.000 franceses para recuperar la plaza, al mando del marqués de Villadarias, acompañados por diez navíos y varias fragatas al mando de Pointis. Pero éste se metió en Cádiz, encomendando el bloqueo de Gibraltar, a tres fragatas y algunas embarcaciones menores. El resultado fue que el almirante Leake, metió en Gibraltar más de 2.000 hombres con provisiones y pertrechos. 

Volvió Pointis a aguas de Gibraltar con trece navíos franceses y cuatro españoles, y tras apresar a seis transportes enemigos, dividió sus fuerzas, quedándose con cinco navíos, entre ellos el Lys, buque insignia de 86 cañones, en aguas de Punta Carnero. Allí les sorprendió Leake el 17 de marzo de 1705, con sus 23 buques, del resultado fue la aniquilación de las fuerzas francesas. Aquello supuso la llegada de otros 4.000 hombres a Gibraltar con sus municiones y pertrechos, perdiéndose así toda esperanza de reconquistar la plaza.

La escuadra anglo-Holandesa se hizo dueña del Mediterráneo, alentando la rebelión en Cataluña, Valencia y Baleares contra Felipe V. Tomaron Barcelona tras un sitio que duró del 22 de agosto al 9 de octubre, entrando en Barcelona el archiduque Carlos el 23 de octubre de 1705. Poco después caía Menorca, defendida solamente por 700 soldados.

En Canarias los ataques anglo-holandeses fueron rechazados, y con la victoria terrestre en Almansa en 1707, la guerra dio un vuelco en la Península, aunque fuera desfavorable en Flandes para Luis XIV y su nieto.

En aguas americanas tuvo lugar el último combate naval entre escuadras de la guerra, cuando la escuadra de Tierra Firme luchó contra la división del comodoro Wager, el 8 de junio de 1708. Componían la flota dos navíos, San José y San Joaquín de 62 cañones, la fragata Nuestra Señora del Carmen de 24, dos mercantes armados: la urca Santa Cruz con 44 y la fragata Nuestra Señora de la Concepción con 24, aparte de otros 12 mercantes desarmados. La inglesa, dos navíos de 70 cañones, uno de a 50, una fragata de 24 y un brulote.

Comenzó el combate a las cinco y media de la tarde, resistiendo bien los españoles, hasta que su capitana voló por los aires, y con ella los 600 hombres de su dotación, excepto cinco que fueron recogidos. El resto de los buques españoles resistió, hasta que a las cuatro de la mañana se rindió la urca Santa Cruz, y la fragata Nuestra Señora de la Concepción tuvo que embarrancar porque se hundía. Ante la resistencia del San Joaquín y la Nuestra Señora del Carmen, el enemigo se retiró, salvándose el convoy. El Almirantazgo Británico quitó el mando a los dos comandantes.

Al año siguiente, la Flota de Nueva España al mando de don Andrés del Pez, interceptó un convoy inglés procedente de Jamaica, compuesto por 11 transportes, tomándose cinco fragatas y un bergantín. Después la flota se unió a la francesa de Ducasse, cruzando el Atlántico y arribando a Pasajes.

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