Joaquin Francisco Pacheco y Gutiérrez Calderón. 38º Presidente en 1847

Sexto Presidente del Consejo de Ministros durante la Década Moderada (1844-1854), reinando Isabel II desde el 28 de marzo de 1847 al 31 de agosto de 1847.



Joaquín Francisco Pacheco, nació en Écija el 22 de febrero de 1808. Estudio leyes en la universidad de Sevilla. A fines de 1833, finalizados sus estudios, se traslada a Madrid, en donde abre un bufete de abogados. En 1834 es redactor del Diario de la Administración y empieza a destacar en su labor de jurista con la publicación de Estudios de legislación y jurisprudencia. También desarrollo una intensa labor de periodista, en un buen número de publicaciones.

Pronto se integra en los círculos literarios de Madrid y escribe una de las obras literarias más representativas del romanticismo decimonónico: Alfredo, drama estrenado en 1835 y muy elogiado por Espronceda y Donoso. El clima desgarrador de Alfredo se distingue con especial claridad en el conjunto de los autores de la generación del 34: Martínez de la Rosa, Bretón, Larra, Ochoa, etc., contribuyendo en gran manera a la primera victoria del romanticismo en el teatro español. Su labor dramática continúo al año siguiente con Los infantes de Lara.

Pacheco defendió con ahínco la propiedad eclesiástica contra la desamortización. La reina María Cristina, que se había visto obligada a aceptar la desamortización para derrotar a los Carlistas y conservar la corona, con remordimientos de conciencia, sustituyó a Mendizábal por el moderado Istúriz. Pacheco, preocupado por las relaciones entre derecho y política, se presentó a las elecciones parlamentarias de 1836, siendo elegido diputado. En el mismo año publica, junto a Bravo Murillo y Pérez Hernández, tres tomos del Boletín de jurisprudencia y Legislación.

Las elecciones de 1836 dan la victoria a los progresistas y a pesar de ello, María Cristina mantiene a Istúriz en la presidencia. El 12 de agosto de 1836 y tras los rumores de que Istúriz gestiona una nueva intervención francesa, estalla el motín de La Granja (organizado por Mendizábal), donde los sargentos consiguen hacer firmar a la regente la convocatoria de unas cortes constituyentes con el procedimiento establecido por la constitución de 1812. Anuladas las elecciones, por el motín de La Granja, Pacheco no pudo sentarse en la cámara hasta 1837, en que fue elegido nuevamente diputado (por la provincia de Córdoba), iniciando una brillante carrera política.


En 1839 Pacheco se hizo cargo de la Crónica Jurídica, dio a luz al cuarto tomo del Boletín comenzado años antes, publico Historia de las Cortes y, en los años siguientes, se hizo numerario de las Academias de Bellas Artes, Historia, Lengua Española, Ciencias Morales y políticas y de la de Jurisprudencia y Legislación, así como del Ateneo de Madrid. En el curso académico 1839-1840 del Ateneo explico Lecciones de derecho penal, publicadas después con el título Estudios de derecho Penal.

Pacheco fue elegido nuevamente diputado en 1840, por la demarcación de Ávila. Con grandes dotes de escritor y orador, desarrollo una intensa labor parlamentaria, más práctico que teórico, ecléctico en sus planteamientos, guiados según su expresión por el buen sentido y la prudencia.

En los años cuarenta fue redactor de El Correo Nacional, aunque destacó en el ámbito jurídico y dentro de este en el derecho penal. Se convirtió en el líder del grupo puritano dentro del partido moderado, que estaba formado por un selecto grupo de intelectuales: Pastor Díaz, Ríos Rosas, Istúriz, etc. y suponía un intento centrista, dialogante y deseoso de ofrecer a los progresistas una alternativa de poder. Pacheco fue promotor de la conciliación liberal y muestra fehaciente de que no todos los políticos de la época mantenían actitudes cerriles e irreconciliables. Junto a los puritanos aparecieron los oportunistas, los indefinidos como González Bravo, Mon y Pidal, el marqués de Miraflores, Sartorius, etc. pues la carga doctrinal de Pacheco resulto de lo más imponente para su época, sus ideas fueron desarrolladas después en la época de la Restauración, precisamente por uno de sus seguidores, Antonio Cánovas del Castillo.

El 18 de octubre de 1844 se presentó en las cortes, de mayoría moderada y bajo el gobierno de Narváez, un proyecto de reforma de la constitución. Las discusiones sobre si se debía reformar la de 1837 o redactar una nueva crea división entre los moderados. Los puritanos, liderados por Pacheco fueron partidarios de mantener la constitución de 1837, pero triunfaron los que abogaron por una constitución nueva. La constitución de 1845 fue mucho más moderada que la de 1837, suprimió el principio de la soberanía nacional, estableciendo la soberanía compartida Rey-Cortes, proclamó la catolicidad de España, recortó el poder de los municipios, redujo en número de electores y suprimió los juicios por jurado.

Tras la dimisión de Istúriz, Salamanca gestiona la formación de un gobierno puritano. La reina llamó a Pacheco, y el 28 de marzo de 1847 ocupó la Presidencia del Consejo de Ministros y la cartera de Estado, en compañía de Pastor Díaz, Salamanca, Mazarredo, Sotelo, Vaamonde y Benavides. El pueblo creyó que el reino se encaminaba hacia el progresismo y vitoreaba a la reina en todas sus presentaciones públicas, pero Pacheco no logró proyectar su ideario, su rodaje ya dependía en exceso de la marginación progresista, de los cabildeos de Palacio y de las discrepancias internas de un partido volcado más en el orden y la ilegalidad que en la práctica de las libertades.

El 5 de mayo de 1847 disolvió las Cortes, en las que estaba en minoría. El 31 de mayo dictó un real decreto de amnistía, como gesto de política tolerante, que se extendió a personajes simbólicos como el progresista Olózaga o el viejo Manuel Godoy, pero no logró una integración de los progresistas en el régimen. La oposición del grueso del partido moderado impulsada por Pidal se acentuó ante las propuestas de liberalización (prensa, censo electoral,...) y empezaba a pensar más en Narváez que en Pacheco. Tampoco contó con el concurso progresista, en un proceso de debate doctrinal.

    Por entonces la insurrección carlista se había extendido a Toledo y Valencia. Las críticas a la gestión económica y financiera de Salamanca tuvieron notables consecuencias políticas, bloqueando la actividad gubernamental, en una secuencia de dimisiones que desembocaron en la de Pacheco el 31 de agosto de 1847, no siendo substituido hasta el 12 de noviembre por el gobierno híbrido de Florencio García Goyena.

Desde su salida del gobierno, ocupó por tres veces la embajada española de Roma, también destacó vivamente en la redacción del Código Penal de 1848. En 1849 publicó El Código Penal concordado y comentado, en tres volúmenes.

Los senadores rechazaron una proposición de ley de Sartorius (presidente desde 18 de septiembre de 1853), sobre las concesiones de los ferrocarriles. Sartorius, encubriendo los escándalos ferroviarios de María Cristina y Salamanca, reaccionó destituyendo a todos los funcionarios públicos que habían votado en favor de la derrota y desterrando a los generales involucrados O'Donnell, Serrano, Concha, etc. Ante el clamor general, O'Donnell se subleva el 13 de junio, pronunciamiento conocido como la Vicalvarada y el 6 de julio firma, junto a Pacheco, González Bravo, Olózaga, Ríos Rosas, etc. el manifiesto del Manzanares, redactado por Cánovas del Castillo.

La revolución se extendió por toda España, las turbas asaltaron las casas de Sartorius, y María Cristina, la reina, no encontró otra solución que llamar a Espartero. Se establecieron unas cortes constituyentes y el 28 de julio de 1854. Espartero volvió, aclamado y vitoreado en la Puerta de Alcalá, a presidir el gobierno. La columna vertebral del nuevo gobierno estaba constituida por los progresistas, Salazar, Alonso, Luján, Santa Cruz y Collado, y con ellos los "puritanos" Pacheco, con la cartera de Estado y O'Donnell en el ministerio de la Guerra.

En 1854, partiendo del manifiesto de Manzanares, los puritanos y los progresistas conservadores, como Olózaga, firman un manifiesto de unión política. En 1854 concurren juntos a las elecciones, como la Unión Liberal.

La reina presidió el acto de apertura de las Cortes Constituyentes el 8 de noviembre, y pronunció un discurso, que por obra y gracia de Pacheco, redactor del escrito, recibió una ovación tan intensa como no recordaba otra desde los tiempos de la presidencia del mismo Pacheco.

La ley de desamortización de Madoz, ocasionó una fuerte reacción de Roma, que amenazó con romper el Concordato. Pacheco, por entonces embajador en Roma, volvió a España y el nuncio abandonó Madrid. La Unión Liberal se constituye formalmente en partido político el 28 de noviembre de 1858, al formar gobierno O'Donnell. Se intento popularizar la monarquía con una amplia gira de la reina por España, y aglutinar a la población con grandes obras públicas y románticas aventuras exteriores: la recuperación de Santo Domingo, la guerra en Conchinchina, la expansión en el Magreb, el desembarco en Méjico, la guerra del Pacífico, etc.

El 1 de marzo de 1864, Alejandro Mon es nombrado Presidente, procedente del puritanismo y temporalmente unido al discurso de Unión Liberal, puso a Pacheco al frente del Ministerio de Estado. Restablecieron la Constitución de 1845, pero no lograron convencer a los progresistas para que adoptaran una actitud de participación. El 16 de septiembre, las disensiones internas provocaron la caída del ministerio Mon y de Pacheco y los progresistas acabaron buscando, fuera del sistema electoral, nuevas estrategias insurreccionalistas.

Su fama como abogado fue por aquel tiempo superior a toda ponderación; sus opiniones se citaban con autoridad, y la mayor parte de ellas se han ido incorporado a las leyes. Entre sus defensas más notables se encuentran la del obispo de Plasencia y la de Jerónimo Gener.

En 1865 fue elegido presidente de la Academia de Bellas Artes, pero murió en Madrid el 8 de octubre de 1865, sin haber podido tomar posesión de dicho cargo.
Ramón Martín

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