El Hundimiento del submarino Kursk


Construido por la armada rusa y botado en 1994. Lleva este nombre en honor a una de las mayores batallas de la segunda guerra mundial. Tenía una longitud de 155 m. y cuatro pisos de altura, construido con doble casco y de acero cromo-níquel de 8.5 mm de espesor, de suma dureza y anticorrosivo. Este submarino, junto a otros más, permanecía desde 1990 en sus muelles totalmente abandonados debido a la falta de fondos por parte del estado. Cerca de 2000 fue cuando el estado decidió rescatarlos para algunas misiones de espionaje en la guerra de Kosovo, en donde el Kursk tuvo una exitosa misión.

El 12 de agosto de 2000 el Kursk debía disparar dos torpedos sin explosivo a un crucero de batalla de la clase Kirov. A las 11:28 hora local, algo de peróxido de prueba (HTP), una forma muy concentrada de peróxido de hidrógeno usado como propulsor para el torpedo, se filtró a través de la herrumbre en la carcasa del mismo. El HTP reaccionó con el cobre y latón en el tubo desde el momento en que se disparó el torpedo, causando una reacción en cadena que ocasionó una explosión.

La onda expansiva se propagó a los primeros compartimentos estancos matando a unos 7 tripulantes e hiriendo a varias decenas. Es posible que el capitán frente a semejante situación haya querido ordenar la ascensión rápida, además la boya de emergencia que actúa en casos como este no se desenganchó debido a que había sido asegurada en una misión anterior para evitar que por algún error asome a la superficie y revele la posición del submarino.

A los dos minutos hubo una segunda gran explosión equivalente entre 3 y 7 t. de TNT, los reactores nucleares se desactivaron automáticamente para evitar un desastre nuclear. Está explosión fue a la profundidad del fondo marino, lo cual indica que el submarino había colisionado con el fondo del océano (107 m. de profundidad). Esta segunda explosión abrió un agujero de 2m² en el casco del navío, el cual había sido diseñado para soportar profundidades de 1 km. 

La explosión también dejó abiertos el tercer y el cuarto compartimento. El agua entró en estos a razón de 90.000 litros por segundo, matando a todos los que se encontraban en su interior, incluyendo 5 oficiales de la séptima división. El quinto compartimento contenía los reactores nucleares del submarino, protegidos por 13 cm. de acero. La mampara de este compartimento resistió la explosión, haciendo que las barras de control nucleares se mantuvieran en su lugar evitando un desastre nuclear. Los expertos occidentales han expresado su admiración por el nivel de la ingeniería rusa al crear un submarino que aguantó tanto.

Inicialmente la armada rusa intentó mantener en secreto la tragedia pero, debido a la presión de los familiares, solicitó ayuda para rescatar a los sobrevivientes. Se pensaba que podía aun haber algunos tripulantes vivos en la parte posterior del submarino pero, tras algunas inspecciones, se llegó a la conclusión que era imposible rescatar marineros porque estaba totalmente inundado. Escapar del compartimiento averiado y trasladarse a otro en buen estado está totalmente prohibido por el Estatuto Naval y el Código de Honor de los marineros rusos. Cada uno debe permanecer en su puesto hasta el fin, tratando de impedir que el agua o el fuego se propaguen por el barco. Por eso, lo previsible es que en los primeros minutos de la catástrofe muriera la mayor parte de los 118 miembros de la tripulación.

Para tal misión se contó con la ayuda de misiones de Inglaterra y Noruega, y se concluyo que la totalidad de los tripulantes habrían fallecido luego de la segunda explosión. Según investigaciones, parece que algunos tripulantes, alcanzaron a protegerse en un compartimiento estanco, con poco oxigeno y sin luz, algunos alcanzaron a escribir notas y cartas a familiares. 

El Kursk fue rescatado de su tumba por un equipo holandés que usó la barcaza Giant4, y 115 de los 118 tripulantes muertos fueron recuperados y enterrados en Rusia. Se temía que al izar el submarino ocurra alguna explosión debido a los explosivos que transportaba en su interior.

En un bolsillo del teniente de navío Dimitry Kolesnikov, se encontró una carta que, fue divulgada tras el rescate y decía: “13.15. Todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo se trasladaron al noveno. Aquí nos encontramos 23 personas. Tomamos esta decisión como resultado de la avería. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie”. Media hora más tarde, Kolesnikov aún pudo redactar otro apunte: “1 3.5… (No se aprecia claramente la última cifra de los minutos). Escribo a ciegas…”. Esta dramática carta reveló que al menos 23 tripulantes sobrevivieron algunas horas a su naufragio, y murieron de frío o por asfixia mientras esperaban en vano la llegada de auxilio exterior. Kolesnikov se había casado apenas 15 días antes de la tragedia que conmocionó a Rusia y al mundo. su viuda, Olga Kolesnikova, al acudir a Severomorsk, donde se encuentra la morgue a la que habían sido transportados los cuerpos, dijo: “Vengo para ver una vez más a quien amo y poder leer la carta”, “Tenía el presentimiento de que él no había muerto rápidamente, lo que me causaba un tremendo dolor, y ahora con la existencia de esta carta el dolor se confirma”.

La nota que escribió el teniente Dimitry Kolesnikov en la oscuridad del Kursk no fue el único mensaje que redactó antes de morir. Su mujer, Olga, contó que poco antes de abordar el submarino le escribió un poema que dice: “Cuando llegue la hora de morir, pese a que intento no pensar en ello, querría haber tenido tiempo para decirte Querida, te amo”.

El Gobierno ruso fue criticado por esperar demasiado antes de preparar una operación de rescate y por rechazar la ayuda de otros países. Pero sobre todo Putin recibió las críticas en primera persona, por seguir de vacaciones en Sochi hasta cinco días después de la tragedia.


Hoy día sigue habiendo mandos de la Marina rusa que creen que el Kursk fue hundido por el sumergible norteamericano Menphis. Estiman que aquello fue una advertencia de EEUU para que Rusia no vendiera a China torpedos Shkval, los más rápidos que existían entonces. Dicen también que aquel 12 de agosto el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear y que el Kremlin tuvo que mirar para otro lado y hacer oídos sordos a fin de evitar un conflicto a gran escala. Putin extrajo dos conclusiones cruciales de aquella crisis: que tenía que modernizar sus ejércitos, algo todavía pendiente, y que la libertad de prensa es un temible enemigo para los estados opacos, corruptos y antidemocráticos.

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