Berenguela de Castilla, segunda esposa de Alfonso IX


Nacida en 1180, era hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Aquitania. Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre su primogenitura, y de hecho Luis IX de Francia reclamó sus derechos al trono castellano por ser hijo de doña Blanca, hermana de Berenguela, de la cual sostenía el rey de Francia que era la primogénita de los hijos de Leonor de Aquitania. En el año 1216 el papa Inocencio III, declaró a doña Berenguela, como primogénita, poniendo así fin a las pretensiones de Luis IX sobre Castilla.

Fue educada doña Berenguela como una futura reina. El emperador alemán, Enrique solicitó su mano para su hijo Conrado. Siendo firmadas las capitulaciones el 20 de abril de 1188, las cuales fueron muy celebradas en Castilla, pero al negarse doña Berenguela a tal matrimonio los trámites fueron anulados por el arzobispo de Toledo y el nuncio apostólico.


En diciembre del año 1197 doña Berenguela, ya heredera del trono de Castilla, casó con Alfonso IX de León, era un matrimonio de conveniencia que trataba de poner fin a las hostilidades entre ambos reinos y comenzar una nueva cooperación en la reconquista. Doña Berenguela recibió el título de Prudentísima, por su celo y cristianos sentimientos. En 1198 expidió un privilegio tomando bajo su amparo a los canónigos de iglesia de Astorga, así como a sus posesiones y criados.

Al poco la reina dio a luz al que sería Fernando III de Castilla, el Santo. Aunque el matrimonio se había realizado con el beneplácito del papa Celestino III, al poco llegó un decreto pontificio que anulaba la unión por motivos de consanguinidad, ella como biznieta de Alfonso VII y él como nieto del mismo monarca; más aún, Alfonso IX era primo hermano del padre de Berenguela. Pedidas las dispensas, estas fueron negadas por Inocencio III, que además de poner en entredicho el reino de León amenazó con hacer lo mismo con Castilla. La reina resolvió abandonar la corte leonesa y regresó a Castilla. La separación entre los cónyuges tuvo lugar en Valladolid a finales de abril de 1204. Antes de partir la reina obtuvo del papa y de su esposo la declaración de legitimidad para el príncipe don Fernando, que fue nombrado heredero del reino de León.

A la muerte de Alfonso VIII en octubre de 1214, doña Berenguela fue nombrada regente del heredero, el rey-niño Enrique I, de once años. Un parte de la nobleza se opuso, encabezada por los Lara, hijos del conde don Nuño: don Gonzalo, don Fernando y don Álvaro. Este último, alférez mayor del rey, intrigó para apoderase de la regencia, afirmando que tal responsabilidad no era propia para una mujer. Cedió la reina y entregó la regencia a don Álvaro, evitando así nuevos levantamientos de la nobleza, pero antes le hizo jurar que no introduciría ningún cambio en las leyes, ni en la percepción de los tributos, ni en los tratados de paz y guerra, sin el consentimiento de la reina. El alférez juró, pero no respetó su promesa y su gobierno fue tan opresivo que pronto fue excomulgado por el deán de Toledo formándose coaliciones nobiliarias para derrocarle. Don Álvaro creyó que estos hechos eran promovidos por la reina, desterrándola. Berenguela se refugió con su hermana Leonor en la fortaleza del Antillo e intentó hacer llegar un mensaje a su hermano, el rey, que se encontraba retenido por don Álvaro en Maqueda. El mensajero fue reconocido por el alférez, que lo mandó prender inmediatamente y, para desprestigiar a al reina, difundió el bulo de que el mensaje era una orden de doña Berenguela para hacer envenenar al rey. La corte se dividió entre aquellos que creyeron a don Álvaro y los fieles a la reina. Se produjeron entonces enfrentamientos, que llevaron a la desgraciada muerte del rey en junio de 1217.

Enterada doña Berenguela de la muerte de su hermano envió a don Gonzalo Ruiz Girón y don Lope Díaz de Haro con un mensaje dirigido a Alfonso IX de León, suplicándole que dejase que su hijo don Fernando marchase a Castilla para pasar unos días con su madre. Nada más llegar don Fernando a Valladolid, doña Berenguela convocó las cortes castellanas para tratar el tema de la sucesión y éstas la reconocieron como legítima heredera de la corona, como primogénita de Alfonso VIII. La ceremonia de coronación de doña Berenguela tuvo lugar en Valladolid e inmediatamente que la reina recibió el homenaje renunció a la corona, que ciñó en la cabeza de su hijo. Fernando III fue reconocido por los nobles del reino, que realizaron el pleito homenaje en la iglesia de Santa María, el 17 de agosto de 1217.

Los nuevos reyes, como era costumbre, partieron hacia las principales capitales del reino, para dar a conocer su coronación, decidió doña Berenguela ir a Segovia, pasando primero por la villa de Madrid. Allí se hospedaron don Fernando y su madre en una casa cerca del convento de San Martín. Los Lara al saber que los reyes estaban poco protegidos trataron de dar un golpe de mano para apoderarse de las reales personas, pero fueron detenidos por los miembros y los feligreses de la congregación de San Martín, en una acción en la que murieron varios madrileños, en memoria de los cuales fue colocada una cruz en el Postigo de San Martín.


Alfonso IX de León como esposo de la reina madre y padre del rey, reclamó el gobierno de Castilla. El ejército leonés entró en Tierra de Campos, devastando todo a su paso. Doña Berenguela trató de evitar la guerra mandando a los obispos de Burgos y Ávila. Alfonso IX no hizo caso a los emisarios y puso sitio a la ciudad de Burgos, pero la reina ya tenía las tropas castellanas preparadas para rechazar la invasión y las envió al mando de don Lope de Haro, que hizo retroceder a los leoneses hasta detrás de sus fronteras. Temerosa de una nueva sublevación de los Lara, doña Berenguela consiguió de don Álvaro nuevas treguas bajo el pretexto de conducir el cuerpo del difunto don Enrique a Burgos, donde sería enterrado con los honores de un rey. En la ciudad, la reina convocó nuevas cortes, en las cuales consiguió el apoyo unánime de los nobles, que unieron sus tropas al ejército real para apoderarse de las villas de Lerma y Lara, aún adictas al alférez. Don Álvaro fue capturado por uno de los cuerpos del ejército de la reina, le trató con gran magnanimidad y le envió preso a Burgos, no sin antes haber entregado a los Lara todas las villas y fortalezas de que se habían apoderado.

No estaba en el ánimo de doña Berenguela ni en el de su hijo Fernando comenzar una guerra contra Alfonso IX, por lo que le enviaron un mensaje indicándole la conveniencia de detener las hostilidades y unirse para la lucha contra los musulmanes. Esta vez la propuesta fue aceptada por el monarca leonés, la noticia causó tanto impacto a don Álvaro de Lara que murió al poco tiempo; su hermano, don Fernando de Lara, pasó a África, al servicio del emperador de los almohades y murió poco después, librando así a Castilla del principal foco de insurgencias nobiliarias de la época.

Elegida por doña Berenguela, Fernando III casó con doña Beatriz, hija de Felipe de Suabia. La reina decidió retirarse de los negocios públicos, pero antes convenció a su hijo para que dictase una amnistía general. A la muerte de Alfonso IX en 1230 doña Berenguela avisó a Fernando III, para que acudiese inmediatamente a León, desde Jaén, para hacerse cargo de la corona del reino. Madre e hijo se encontraron en Orgaz, siguiendo camino hacia León, donde don Fernando recibió la corona, que desde entonces quedó unida a la de Castilla. Dada la avanzada edad de la reina, su participación en política se redujo, aunque siguió siempre como consejera de Fernando III.

Cuando doña Berenguela supo que su muerte se acercaba, anunció a su hijo su voluntad de visitarle, encontrándose éste luchando en Andalucía. Don Fernando, pidió a su madre que no iniciase tan largo viaje, pero doña Berenguela tomó el camino y se encontró por última vez con su hijo en la localidad llamada Pozuelo (actual Ciudad Real). Allí suplicó la reina a don Fernando que le permitiese retirarse a un convento, pero el rey la convenció de que si ella se alejaba del gobierno él tendría que detener su guerra contra los infieles, por lo que doña Berenguela aceptó el sacrificio y marchó a Toledo, mientras su hijo regresaba a la guerra en Córdoba. En Toledo se agravó la enfermedad de doña Berenguela, que murió poco después, siendo enterrada en el monasterio de las Huelgas de Burgos.

Fueron además hijos de doña Berenguela y de Alfonso IX: don Alfonso, conocido como el de Molina, por haber casado con doña Mafalda Manrique de Lara, cuarta señora de Molina y Mesa; doña Leonor, que murió a edad temprana; doña Constanza, que tomó el hábito de religiosa; y doña Berenguela que casó con el rey de Jerusalén Juan de Brienne.



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